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Psicopedagogía

Contestación al artículo anterior de Pérez Reverte

Estimado Sr. Director de la Revista "El Semanal":

            En primer lugar felicitarle por su excelente publicación y animarle a continuar por esa senda de información de calidad y pluralidad.

            El motivo de este escrito es solicitarle la publicación de esta contestación al artículo de Pérez Reverte "Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas".

            Escribo en mi condición de Presidente de la COPOE, Confederación que aglutina a 21 organizaciones de psicopedagogía y orientación repartidas por todo el Estado con más de 8.000 socios.

            Nos apena comprobar que un excelente escritor como Arturo Pérez Reverte se dedique a provocar y a insultar para generar una polémica gratuita. Nos mueve contestar a su artículo "Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas" en deferencia a la abnegada dedicación de la mayoría de los docentes y psicopedagogos españoles. No se merecen a salvapatrias y defensores de las esencias más rancias como el Sr. Pérez Reverte.

Comete el grave error de generalizar a partir de un anecdotario más o menos gracioso. Error propio del mismo ignorante que extrapola de la parte el todo. Cada día se descalifica más solo. Su petulancia, desconocimiento de lo que habla y forma en que lo hace lo dejan en evidencia. Es mejor que se dedique a la novela, que lo hace muy bien y deje la opinión educativa para los educadores. Nos parece un artículo de una demagogia y de una ignorancia de espanto. Es deplorable la visión prepotente y elitista que Reverte tiene de la educación. No es novedad el desprecio con que trata muchas cosas que ignora. Seguramente considera más adecuada la educación en el Siglo de Oro, eso sí para los mismos de siempre.

Parece que todo el mundo puede opinar sobre educación. Lo peor de todo es que se identifica a los políticos que toman decisiones educativas con los orientadores y psicopedagogos. Precisamente nosotros somos los que más sufrimos las malas decisiones y la precariedad de medios. Es como si en la sociedad española nos quejáramos de los cirujanos o de los geriatras arguyendo que hay más facultativos que hace unos años y sin embargo cada vez hay más pacientes. Estamos hartos de que se identifique la permisividad de los padres o la desidia de la administración con la psicopedagogía. Si precisamente nosotros decimos que hay que poner límites educativos y que hay que tomarse más en serio la educación.

No es de recibo que nos dedique expresiones como: "delincuente psicopedagógico y psicopedagocrático" o "con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas" "Eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos".

            Con estas frases se descalifica él mismo. Se deja llevar por estereotipos alejados de la realidad cotidiana. Es como si hubiera sufrido algún tipo de trauma que le hace añorar viejos estilos pedagógicos del estilo la letra con la sangre entra y desconfiar de todo lo vanguardista e innovador. Por lo visto los referentes actuales tales como Finlandia o los países del Norte de Europa que son los que más invierten en educación y prevención también habría que criticarlos porque no abogan por la enseñanza memorística. Todas las sociedades occidentales han aumentado los servicios educativos relacionados con la orientación y el apoyo psicopedagógico, son un síntoma de bienestar, de buena economía y de satisfacción de las demandas sociales.

 

No obstante, Reverte también pone de manifiesto que a la Educación hay que tomarla más en serio y los problemas que tenemos son más profundos como para resolverlos con la simple medida de subvencionar y poner más becas. Desde hace muchos años venimos exigiendo la necesidad de contar con un profesorado de calidad, bien seleccionado, bien formado y bien tratado tanto por la administración como por la comunidad educativa y los medios de comunicación y que disponga de los medios necesarios (tales como ratios, instalaciones, apoyos, tiempo) para hacer bien su trabajo.

 

De igual manera consideramos que unos Servicios de Orientación de calidad contribuirán a la mejora del sistema educativo en general y de la comunidad educativa en particular. Aunque el Sr. Reverte se tome a broma nuestro trabajo, que le pregunten al muchacho que está atravesando una crisis depresiva con intentos de suicidio o a los padres desesperados que no saben a qué especialista acudir porque su hijo tiene problema de hiperactividad y déficit de atención o al profesor que necesita asesoramiento porque sus alumnos están desmotivados. Los miles y miles de casos que resolvemos diariamente de una forma silenciosa podrían ilustrarle de la importancia de la psicopedagogía. Por ese motivo no nos cansaremos de reivindicar la necesidad de que haya más orientadores en los centros educativos. No puede ser que exista uno por centro (y ni siquiera se llega a esa cifra en primaria) independientemente del número de alumnos, características de los mismos o complejidad de la oferta educativa. Es como si volviendo al mismo símil sanitario hubiera un solo especialista en cirugía por hospital tanto si es comarcal como de una gran ciudad.

 

Los psicopedagogos, y toda persona que hoy está relacionada con la docencia es un héroe. A todos ellos les dedicamos el homenaje que se merecen. Hay un proverbio africano, divulgado por el filósofo J. Antonio Marina que dice -para educar a un niño hace falta la tribu entera-.

 

Sin otro particular, se despide atentamente.

 

Juan Antonio Planas Domingo

17.433.284-C

Presidente de COPOE

(Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España)

Análisis y crítica sobre el artículo "Subvenciones, maestros y psicopedagilipollas" de Arturo Pérez - Reverte

Antes de empezar el análisis y la crítica creo que debemos partir del artículo, así que lo expongo a continuación, y después intentaré aportar mi particular visión. Ya se que han pasado muchos días desde que salió, pero creo que es un tema interesante que merece atención.

Me sigue sorprendiendo que se sorprendan. O que hagan tanto paripé, cuando en realidad no les importa en absoluto. Ni a unos, ni a otros. Y eso que todo viene seguido, como las olas y las morcillas. La última –estudio internacional sobre alumnos de Primaria, o como se llame ahora– es que el número de alumnos españoles de diez años con falta de comprensión lectora se acerca al 30 por ciento. Dicho en parla normal: uno de cada tres críos no entiende un carajo de lo que lee. Y a los 18 años, dos de cada tres. Eso significa que, más o menos en la misma proporción, los zagales terminan sus estudios sin saber leer ni escribir correctamente. Las deliciosas criaturas, o sea. El báculo de nuestra vejez.

Pero tranquilos. La Junta de Andalucía toma cartas en el asunto. Fiel a la tradicional política, tan española, de subvenciones, ayudas y compras de voto, y además le regalo a usted la Chochona, la manta Paduana y el paquete de cuchillas de afeitar para el caballero, a los maestros de allí que «se comprometan a la mejora de resultados» les van a dar siete mil euros uno encima de otro. Lo que demuestra que son ellos quienes tienen la culpa: ni la Logse, ni la falta de autoridad que esa ley les arrebató, ni la añeja estupidez analfabeta de tanto delincuente psicopedagógico y psicopedagocrático, inquilino habitual, gobierne quien gobierne, del ministerio de Educación. Los malos de la película son, como sospechábamos, los infames maestros. Así que, oigan. A motivarlos, para que espabilen. Que la pretendida mejora de resultados acabe en aprobados a mansalva para trincar como sea los euros prometidos –una tentación evidente–, no se especifica, aunque se supone. Lo importante es que las estadísticas del desastre escolar se desplacen hacia otras latitudes. Y los sindicatos, claro, apoyan la iniciativa. Consideren si no la van a apoyar: ya han conseguido que a sus liberados, que llevan años sin pisar un aula, les prometan los siete mil de forma automática, por la cara. Y más ahora que, de aquí a tres años, con los nuevos planes de la puta que nos parió, un profesor de instituto ya no tendrá que saber lengua, ni historia, ni matemáticas. Le bastará con saber cómo se enseñan lengua, historia y matemáticas. Y más si curra en España: el único país del mundo donde los profesores de griego o latín enseñan inglés.

Así, felices de habernos conocido, seguimos galopando alegremente, toctoc, tocotoc, hacia la nada absoluta. Todavía hay tontos del ciruelo –y tontas del frutal que corresponda– sosteniendo imperturbables que leer en clase en voz alta no es pedagógico. Que ni siquiera leer lo es; ya que, según tales capullos, dedicar demasiado tiempo a la lectura antes de los 14 años hace que los chicos se aíslen del grupo y descuiden las actividades comunes y el buen rollito. Y eso de ir por libre en el cole es mentar la bicha; te convierte en pasto de psicólogos, psicoterapeutas y psicoterapeutos. Cada pequeño cabrón que prefiere leer en su rincón a interactuar adecuadamente en la actividad plástico-formativo-solidaria de su entorno circunflejo, por ejemplo, torpedea que el día de mañana tengamos ciudadanos aborregados, acríticos, ejemplarmente receptivos a la demagogia barata, que es lo que se busca. Mejor un bobo votando según le llenen el pesebre, que un resabiado culto que lo mismo se cisca en tus muertos y vete tú a saber.

El otro día tomé un café con mi compadre Pepe Perona –«Café, tabaco y silencio, hoy prohibidos», gruñía–, que pese a ser catedrático de Lengua Española exige que lo llamen maestro de Gramática. Le hablé de cuando, en el cole, nos disponían alrededor del aula para leer en voz alta el Quijote y otros textos, pasando a los primeros puestos quienes mejor leían. «¿Primeros puestos? –respingó mi amigo–. Ahora, ni se te ocurra. Cualquier competencia escolar traumatiza. Es como dejar que los niños varones jueguen con pistolas y no con cocinitas o Nancys. Te convierte en xenófobo, machista, asesino en serie y cosas así». Luego me ilustró con algunas experiencias personales: una universitaria que lee siguiendo con el dedo las líneas del texto, otro que mueve los labios y la cabeza casi deletreando palabras… «El próximo curso –concluyó– voy a empezar mis clases universitarias con un dictado: Una tarde parda y fría de invierno. Punto. Los colegiales estudian. Punto. Monotonía de lluvia tras los cristales. Después, tras corregir las faltas de ortografía, mandaré escribir cien veces: Analfabeto se escribe sin hache; y luego, lectura en voz alta: En un lugar de la Mancha, etcétera». Lo miré, divertido. «¿Lo sabe tu rector?». Asintió el maestro de Gramática. «¿Y qué dice al respecto?». Sonreía mi amigo, malévolo y feliz, encantado con la idea; y pensé que así debió de sonreír Sansón entre los filisteos. «Dice que me van a crucificar.»

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He etiquetado esta entrada en el tema Psicopedagogía, pero la etiqueta de educación sería más adecuada porque la referencia a Psicopedagogía solo implica una parte de la misma, pero debido a mi implicación en ese campo les rindo mi pequeño homenaje.

Sin más demora sigo con mi análisis, me llama la atención lo que se esconde tras esa falta de tacto del autor, las ideas sin polémica, como por ejemplo: La falta de comprensión lectora en un alto porcentaje de los alumnos, eso es un hecho. El autor hace una crítica de un hecho preocupante y por ese lado creo que se deberían buscar soluciones, hacer aportaciones, supongo que no digo nada nuevo, pero que a veces tampoco está demás decirlo.

Luego hace referencia al cuerpo de maestros de Andalucía y su forma de solucionar las cosas, me llama la atención que eche la culpa a los maestros, tal vez tengan parte de culpa debido a su responsabilidad, pero no me parece justo decir que son los culpables de todo, pues hay de todo en todos lados, es como si un médico que hace 200 operaciones a corazón abierto tiene 2 bajas, sería justo echarle toda la culpa... no lo creo... Creo que los maestros son una parte fundamental en la educación de los alumnos, si bien, otra parte relevante es la propia administración y la educación del entorno, generalmente la familia.

La alusión a los psicopedagogos parece infundada, de esa alusión se desprende que los psicopedagogos no sirven para nada, que sólo están ahí como parásitos que chupan del frasco. Como defendí hoy ante un profesor de universidad y delante de los compañeros, no se puede generalizar de tal manera, no todos los psicopedagogos serán formidables, pero tampoco todos no harán nada, su labor tal vez no se vea, pero existe, y además de las funciones que les corresponde como especialistas en su campo, pueden hacer otras funciones importantes como nexo de unión, integrador en su lugar de trabajo, esto último lo pude corroborar tras una visita práctica a un colegio con un profesional dedicado a la psicopedagogía y respaldado por sus compañeros maestros. Los psicopedagogos entre otras cosas cubren las demandas de auxilio tanto de maestros como de padres a nivel de orientación, e incluso a veces a nivel de preocupación ante una patología, anomalía, alteración, etc.

Estoy de acuerdo en que hay que formar gente capaz de pensar por si mism@s, creo que esa es la base de una buena educación, aunque a veces la política quiera impedir ese tipo de aprendizaje en pro de tener a "ciudadanos" comprometidos con un determinado gobierno.

Este pequeño análisis y divulgación es mi pequeña contribución, espero que constructiva. Saludos.